Recuerdos de un paso en la Luna
Era la noche del 20 de julio de 1969. Yo tenía 21 años. Podía salir con amigos (aprobados por la autoridad familiar) y regresar a la 1:00 a.m. Es decir, mi mamá y mis abuelos ya me consideran adulta. Estaba en el primer restaurante sofisticado de La Mariscal: “Le Chalet Suisse”, en la esquina de las calles Reina Victoria y Calama, donde el dueño, Jean Pierre Magmenat, tocaba el piano y cantaba imitando a Louis Amstrong. Pero aquella noche especial, o “espacial”, escuchábamos en la radio la llegada del primer hombre a la Luna. Cuatro días antes, el “Apolo 11” despegó en un cohete, “Saturn V”, desde el Centro Espacial Kennedy en Florida. A bordo iban los astronautas Neil Armstrong, Edwin “Buzz” Aldrin y Michael Collins. ¡Qué emoción! Lloré sin preocuparme de que se corriera el rímel. Recordé “Noche de ronda”, la canción de Agustín Lara: “Luna que te quiebras sobre las tinieblas de mi soledad. ¿A dónde vas?” y, sin saber por qué, lloré aún más. Mientras tanto, Neil Armstrong decía su famosa frase: “Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. Han pasado cincuenta años.