lunes 13 de julio 2020

Fábula de Otavalo

Edna Iturralde

Un gallinazo volaba sobre la laguna de Inbacucha, cuando vio a una garza entre las totoras. Sus plumas blancas brillaban con la luz del sol. El gallinazo pensó que le gustaría ser amigo de ella. Sin embargo, vio su reflejo en el agua. “¡Pero, que feo soy!”, se dijo tristemente, y se puso a volar sin atreverse a hablar con la garza, hasta que esta lo llamó: “Oye, gallinazo, baja de una vez”. El gallinazo se acercó a la garza. “Garza, ¿qué haces para que tus plumas sean tan blancas y bonitas?”, preguntó y añadió que él quería tener las plumas como las de ella. “¿Por qué, si tus plumas también son muy bonitas? ¡Son negras y brillan como obsidianas!”. El gallinazo respondió: “Deseo parecerme a ti”. La garza pensó que ella nadaba cuando había luna. ¡Los rayos de luna volvían a sus plumas blancas! Así que aconsejó al gallinazo hacer lo mismo. El gallinazo esperó a que hubiera una noche de luna y se metió en la laguna mientras dejaba que los rayos de luna iluminaran su cuerpo. Pero… se hundió en el agua. Eso sucede a quienes no están contentos con lo que son: se ahogan en la laguna de su propio descontento.