lunes 04 de febrero 2019

Si pudiera no decirte adiós

Edna Iturralde

Te conocí hace catorce años. Tú estabas con tu familia, que había venido de Colombia huyendo de la violencia. Lo único que no dejaron atrás fue a su pareja de preciosos perros policías alemanes y a sus cachorros. Tenías dos hermanos. Pero tú y yo hicimos un pacto de amistad apenas nos vimos. Te llevé a nuestra casa y fuiste maravilloso con nosotros desde un principio: policía y ladrón; payaso y serio; duro guardaespaldas y tierno compañero; alumno y maestro pues, así como aprendiste nuestras costumbres, nos enseñaste lo que significa la paciencia, la lealtad y el amor incondicional. Fuiste el mejor toro de lidia para mi hijo y de eso quedan aún algunas toallas deshilachadas. Fuiste mi sombra y sabías comunicarte conmigo. Hoy, antes de que partieras te dije: “Si pudiera no decirte adiós”. Sé que me pediste que no llorara porque nos volveríamos a ver. Entonces, te pregunté si sabías si Dios en Su infinita misericordia permitía que los perros fueran al cielo. Me diste el último beso en el dorso de mi mano y se extinguió la luz de tus ojitos. “Lobo”, estoy segura de que tu respuesta fue un