lunes 28 de noviembre 2022

¡Conversar!

Fausto Segovia Baus

Uno de mis lectores me propuso la conversación como tema. Decía que Quito, la “carita de Dios”, ha perdido su encanto.

Ya no hay lugares cercanos y seguros donde la gente pueda conversar, reír, disfrutar de la vecindad y tomarse un buen café o chocolate –o un trago- como antaño. Tiene razón mi amigo lector.

Quito es ahora un gigantesco pulpo que trepa a las montañas y se expande a los dos valles: Los Chillos y Tumbaco. El centro histórico se ha convertido en un museo gigantesco, por sus iglesias, monumentos, cruces y callejuelas; el sur es el abrigo de muchas ciudades satélites, y no se diga el norte, financiero y comercial hasta la Mitad del Mundo donde la modernidad ha echado raíces.

En este contexto citadino, las personas no tenemos espacios para conversar. Los centros comerciales son ahora cobijo de esta necesidad otrora esencial, a través de las cafeterías donde se puede intercambiar ideas, comentar los sucesos de la vida diaria y salir de uno mismo para encontrarse con los demás. El tema de la conversación es relevante.
Pero más allá de este requerimiento recursivo, la cultura quiteña ha dejado de conversar, y si bien los foros y encuentros se han multiplicado a través de las nuevas tecnologías –mediante el Zoom o Meet-, no se resuelve lo básico.

Hay que reconocer la organización de clubes de lectura en algunos sectores de la ciudad, los espacios para los emprendimientos y las nuevas posibilidades para interactuar en línea.

Frente a la desaparición –a veces forzada- de los conversadores y de los espacios para conversar –las cafeterías, que, poco a poco, restauran su clientela- las alternativas están en nuestro entorno inmediato: la familia. ¡El quid es restaurar la conversación, que nos humaniza y libera de nuestros diablos interiores!