martes 19 de julio 2022

¡Macho!

Fausto Segovia Baus

El tema es candente, porque el macho está ahora en los titulares de las noticias -por la violencia contra la mujer y otras agresiones- endosadas a los hombres. El origen de la agresividad -o destructividad, según Erick Fromm- es compleja. En la actualidad se atribuye a dos factores: endógenos (biológicos) y exógenos (culturales).

La Psicología y una ciencia reciente -la Etología-, creada por Konrad Lorenz, Premio Nobel 1973, mejoró el conocimiento de hombres y mujeres, según las investigaciones sobre el comportamiento animal.

Lorenz en su libro ‘Sobre la agresión: el pretendido mal’, probó la existencia de una analogía entre los comportamientos animales y humanos, sobre la base del estudio del instinto, y, en concreto del instinto agresivo, entendido como ‘un mecanismo innato del comportamiento determinado que tiene su origen en la evolución filogenética y que ha sido transmitido por vía hereditaria’.

Una de sus conclusiones fue que la agresión es ‘claramente un instinto’. Los tres instintos restantes serían el hambre, el sexo y el miedo.

El macho -según otras versiones- sería formado por las propias mujeres. Si bien esta hipótesis es polémica, cada quien debería valorarla según cada experiencia vital. En ese sentido, una relectura de “El varón domado”, de Esther Vilar, argentina, haría bien.

Pero existe otra reflexión más profunda. Se conoce, desde el punto genético, que el hombre (XY) tiene un factor femenino (XX), que al juntarse hombre y mujer hicieron posible la señoría de la especie: el homo sapiens. El factor ‘X’, por lo tanto, fue determinante para ser lo que somos y cómo somos. ¿O es el factor ‘Y’ el único determinante de la agresividad? ¿La decadencia del macho es real o aparente? El debate está abierto.