El ego desequilibrado afecta al diálogo

Cuando este aspecto del ser humano está exacerbado o disminuido las personas atacan o huyen, lo que impide que puedan vivir la relación desde una visión adulta.
Cuando el ego de uno en la relación está causando problemas el otro debe poner límites y marcar una distancia. Foto: Freepik

Cuando el ego de uno en la relación está causando problemas el otro debe poner límites y marcar una distancia. Foto: Freepik

7 de noviembre de 2022 08:10
Gabriela Balarezo

Si en una discusión tu pareja se ofende cuando tienes un punto de vista diferente, le cuesta disculparse aun cuando sabe que ha cometido un error y no acepta las críticas puede ser que haya un tercero de la discordia en la relación. Pero no se trata de una persona como tal si no de su propio ego -que al estar tan inflado- va ocupando el espacio de la pareja.

Aunque el ego en sí no es el problema. Desde el punto de vista psicológico se define como “la conciencia que tenemos de nosotros mismos”. Así lo explica Julieta Criollo, quien es la psicóloga, ‘coach’ y creadora del programa Relaciones Auténticas. Según la experta, el ego es “reconocer nuestra propia identidad. Nuestras luces y sombras, lo que hacemos bien y lo que se nos complica”.

Los problemas surgen cuando el ego se desequilibra hacia un lado o al otro. Dice la psicóloga que si es saludable la persona tendrá una forma equilibrada de verse ante los demás. Pero en el caso de que sea exacerbado habrá una sensación de superioridad hacia los otros, mientras que si está disminuido la percepción será de inferioridad. “Desde cualquiera de los dos enfoques se puede inferir que hay una baja autoestima”, detalla.

Normalmente, el ego incrementado es el que más afecta a la relación en pareja. Es evidente cuando una de las dos partes es notoriamente la dominante. Bajo este contexto se trata de un “amor egoísta y basado en el apego y la opresión”, según la psicóloga Valeria Sabater.

En el inicio de la relación ese ego inflado puede apreciarse en forma de virtudes: seguridad personal, confianza en uno mismo, inclinación a la protección. Sin embargo, con el tiempo -advierte Sabater- a esas supuestas cualidades se le suman elementos negativos, como la necesidad de control y la obsesión de que las cosas deben ajustarse a los esquemas propios.

Las señales de que el ego está afectando a la relación van a variar dependiendo de si está exacerbado o disminuido. En el primer caso, la persona se pone a la defensiva (ataca) y asume el rol dominante de la pareja. No obstante, no es capaz de aceptar las responsabilidad de sus acciones, tiende a culpar a los demás y suele estar enojado al momento de iniciar un diálogo, especifica la psicóloga Criollo.

La contraparte adopta una posición de víctima (huye) y aunque tiende a evitar los problemas también sucede que busca culpables del problema sin asumir su propia responsabilidad. Estos rasgos, según la experta, evitan que se generen espacios saludables de conversación y son claros síntomas de que hay un desequilibrio.

En un relación con un ego saludable ambos se van a comportar como personas adultas. Capaces de reconocer si hay problemas en la relación y asumir cada uno su parte de la responsabilidad y generar cambios, asegura Criollo. 

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