Una vez que pasa la etapa inicial del enamoramiento, las parejas suelen empezar a ver aquellos defectos o imperfecciones que habían pasado por alto. De repente esas conductas, ideas o formas de hacer las cosas se vuelven irritantes. Ese momento es cuando finalmente cada persona empieza a ver al otro tal como es y aquí comienzan los desacuerdos y discusiones.

Laura empezó a salir con Alejandro en julio del año pasado. En apenas unos meses ya estaban comprometidos. Habían pasado mucho tiempo juntos, vivían unos días en casa de Laura y otros días en casa de Alejandro, para que ambos pudieran tener sus cosas a la mano para su trabajo y para sus actividades diarias

Ella estaba convencida de que era el amor de su vida y que esa relación tan intensa era una señal de que el universo por fin le había enviado a la persona indicada. Pero en apenas dos meses las cosas dieron un giro. Vivir en dos lugares y en ninguno a la vez resultó ser muy agotador y no podían mudarse porque tenían contratos en sus respectivos departamentos.

A eso se sumó que Laura empezó a notar que Alejandro era un tanto desordenado, que le gustaba mucho andar de fiesta. Por otro lado, él notó que ella pasaba mucho tiempo en su celular y que no siempre le prestaba la atención necesaria. Las discusiones crecieron a tal punto que la separación fue inminente.

Según la psicóloga y terapeuta de pareja Yolanda Herrera, muchas parejas se apresuran en su relación porque sienten una conexión tan especial que creen que va a durar por siempre. “Yo recomiendo siempre, antes de irte a vivir con alguien o formalizar una unión esperar a la primera discusión, porque ahí es cuando vas a conocer realmente al otro”, dice.

Laura cree que en su relación se apresuraron demasiado y no se conocieron lo suficiente, pero que en realidad el problema fue la comunicación. Recuerda que en cada pelea ambos tomaban una actitud muy defensiva y se dedicaban a atacar al otro con tal de tener la razón.

Para la especialista, dependiendo de la etapa en la que se encuentre la relación, los desacuerdos pueden ser diferentes, así como la forma en la que se los
trata. Pero para tener una discusión saludable lo primero es trabajar en la comu­nicación en la pareja.

“Escuchar es más importante que hablar”, les dice siempre a las parejas que van a terapia. Considera que al prestar atención a lo que el otro expresa también podemos ver y reconocer lo que se puede sentir a título personal. De esta forma también se desarrolla empatía, que ayuda a ponerse en los zapatos del otro y entender su molestia, su enojo o frustración.

Cómo hacerlo

Evite las quejas. Si siente que algo no está bien haga un pedido respetuoso y cariñoso para que la otra persona vea cómo la situación actual le afecta directamente y no se sienta atacada.

Reconozca y acepte el punto de vista de su pareja, incluso si no está de acuerdo. Una misma situación se experimenta desde dos perspectivas, por lo que es muy posible que ninguno tenga razón.

Busque ayuda cuando sea necesario. En ocasiones, la terapia puede ser la única forma de solucionar un problema. Si siente que hay un tema conflictivo que es recurrente acuda a un terapeuta.
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​No trate de evitar las discusiones. Al hacerlo se termina por alejarse de la pareja para no tener que lidiar con ese problema. Con el tiempo, las distancias pueden crecer hasta terminar con la unión.

Recuerde siempre hablar con cariño y respeto a la otra persona. Recuerde aquellas razones que les llevaron a unir sus vidas. Busque palabras amables para evitar herir los sentimientos del otro.

Piensen en solu­cionar el conflicto como un equipo y no como dos equipos que están enfrentándose. Generalmente, de esta forma, habrá una mejor predisposición para solucionar los desacuerdos.