Todo lo que debe saber de la alimentación complementaria

Buscar alimentos naturales ayuda a que tengan un desarrollo adecuado. La paciencia es clave para empezar a ofrecer los alimentos sólidos.
La alimentación complementaria inicia a los seis meses de edad. Foto: Unsplash

La alimentación complementaria inicia a los seis meses de edad. Foto: Unsplash

14 de octubre de 2020 00:00
Gabriela Castellanos

La transición de la lactancia materna exclusiva a la alimentación complementaria es un proceso lleno de dudas para las madres y padres. Si bien su interés es ofrecer a sus hijos la mejor nutrición posible, puede resultar difícil saber cuáles son los alimentos adecuados y cuál es la forma correcta de incorporarlos en el nuevo menú de los niños.

Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como varias instituciones médicas en todo el mundo recomiendan la lactancia materna como la mejor forma de nutrir a los bebés durante sus primeros 2 años de vida. De forma exclusiva debe ser, al menos, hasta los 6 meses. A partir de esa edad se puede empezar a incorporar algunos alimentos en distintas formas y preparaciones.

Paola Figari es nutrióloga con enfoque en nutrición pediátrica. Durante su carrera trabajó en hospitales, unidades de cuidados intensivos, consultorios, oenegés y centros de lactancia materna. “Me di cuenta de que muchas de las enfermedades crónicas o psicológicas en la adultez se pueden prevenir si empezamos con una alimentación adecuada en la infancia”, explica. Con esto se refiere a deficiencias nutricionales, obesidad, diabetes tipo 2 y también a trastornos de la conducta alimentaria, como anorexia nerviosa, bulimia, entre muchas otras.

Después del nacimiento de su sobrino Joaquín, empezó a trabajar con su cuñada Sofía Albornoz para darle una buena nutrición y garantizar así su desarrollo adecuado. Crearon Pure, con el interés de ayudar a las mamás a atravesar el período de alimentación complementaria con el apoyo de una especialista y darles la oportunidad de ofrecer comida natural, orgánica y nutritiva a sus hijos de forma fácil.

Ella recomienda siempre a las madres buscar alimentos naturales y no recurrir a aquellos procesados que, pueden ser más fáciles de acceder, pero que también tienen sus desventajas. Los altos niveles de azúcar, de sal y de pesticidas no son adecuados para la dieta de un bebé. Al contrario, los alimentos más puros son ideales pues tienen una mayor densidad nutricional.

Otra de sus metas es que las familias aprendan a cultivar hábitos alimenticios saludables desde temprana edad. “Los niños son como esponjas y absorben toda la información que está a su alrededor. Modelar y demostrar buenos hábitos en la casa es necesario para que ellos continúen con esas costumbres durante el resto de su vida”, dice Figari.

Además, aclara que estos buenos hábitos comprenden varios aspectos. Uno de ellos es que los bebés estén dispuestos a probar nuevos alimentos, que la hora de comer sea un momento divertido y que, además, aprendan a comer de forma intuitiva y logren diferenciar sus señales de saciedad y hambre.

Enseñar a los niños a comer de forma saludable es un proceso que requiere paciencia. La especialista recomienda introducir un alimento a la vez y esperar tres días antes de incorporar uno nuevo. Esta regla de los tres días es necesaria para identificar si ese producto genera alguna reacción alérgica o intolerancia.

Se requiere paciencia también porque, así como en los adultos, hay texturas y preparaciones que pueden ser muy diferentes y que pueden generar un rechazo al principio. Cuando esto ocurre no hay que retirarlo del menú, indica Figari. “Es importante que los padres lo sigan ofreciendo en diferentes presentaciones y no se rindan a la primera. Estudios recientes demuestran que se necesita ofrecer un alimento hasta 12 veces para asegurarse de que realmente no le gusta”, agrega.


Trabajar en una nutrición adecuada y variada desde una temprana edad también evita que los niños se conviertan en ‘picky eaters’ o ‘quisquillosos’ con su comida.

Según la nutrióloga, hay varios factores que pueden contribuir a que los niños no acepten ciertos alimentos y se nieguen a probar nuevos sabores. Entre ellos está la necesidad e insistencia de los padres por controlar la comida y las cantidades que consumen, ciertas influencias sociales, la personalidad e incluso los hábitos alimenticios de la madre.

Por ello, propone exponer a los niños a varios sabores desde el inicio de la alimentación complementaria, variar las texturas y tamaños, dejar que sea libre y se ensucie al comer, evitar las distracciones como pantallas y juguetes, evitar alterarse si rechaza un alimento, respetar sus límites y nunca sobornarlo con golosinas. También es importante mantener las comidas familiares para que los niños aprendan a ser sociables en la mesa. Así, aunque un día un bebé no coma dema­siado, también aprenderá cómo debe comportarse a la hora de comer. 

Te puede interesar