Aunque el yoga se ha convertido en una de las disciplinas más populares en los últimos años, su práctica no está del todo extendida en la población infantil. Sin embargo, está recomendada no solo por sus beneficios para la salud física sino también para el bienestar emocional.

Según Healthy Children, una organización asociada a la Academia Americana de Pediatría, el yoga ofrece “una forma de liberarse del ritmo acelerado de vida y la sobrecarga de tecnología del mundo actual”. Esto se debe a que requiere que los niños se desconecten y dejen su teléfono a un lado para concentrarse en la respiración y el movimiento. Por esta razón se considera de gran ayuda para enseñar a los chicos a vivir en el presente, a concentrarse en sus tareas y a enfrentar los problemas de forma pacífica.

El yoga se basa en la combinación de varias posturas o asanas con técnicas de respiración, gestos y meditación. Cada una de ellas tiene efectos específicos en la mente y en el cuerpo. Así, a medida que los niños practiquen esta disciplina tomarán más consciencia sobre su cuerpo y su funcionamiento.

La Academia Americana de Pediatría recomienda el yoga como una forma de terapia segura para niños que afrontan dificultades en su salud emocional, física, mental y conductual.

Entre sus beneficios están aliviar la tensión y el tono muscular rígido, aumentar la fuerza y estimular el sistema digestivo para aliviar el estreñimiento. También se ha asociado esta disciplina con la regulación de los niveles de glucosa e insulina en la sangre, así como la regulación hormonal, la disminución del dolor abdominal en casos de colon irritable y un mejor equilibrio en general.

Un estudio también mostró que puede ayudar a niños con trastorno del espectro autista (TEA) a permanecer tranquilos, así como a disminuir sus niveles de agresividad, aislamiento social y ansiedad. Asimismo, el yoga mejora la confianza en uno mismo y el manejo del estrés. Como resultado las personas experimentan menos ansiedad, menos hiperactividad y una mejor conducta en general.