Cada niño superdotado tiene su propio ritmo

Los padres son la clave para acompañar el desarrollo de los chicos con altas capacidades y atender sus necesidades e intereses específicos.
Victor Quiñonez, de 22 años, tiene altas capacidades. Estudió Economía en una universidad de élite y tiene una carrera paralela como pintor. Foto: Cortesía

Victor Quiñonez, de 22 años, tiene altas capacidades. Estudió Economía en una universidad de élite y tiene una carrera paralela como pintor. Foto: Cortesía

9 de septiembre de 2022 23:23
Gabriela Balarezo

El mundo –y las necesidades– de los niños con altas capacidades siguen siendo desconocidos para la sociedad en general. Son un grupo reducido y alrededor del cual existe el mito de que por su inteligencia no precisan de condiciones especiales en lo que respecta a su educación. Cuando, al contrario, en la mayoría de los casos sí lo requieren.

Así, es importante que los padres con hijos superdotados sepan las opciones que tienen para que puedan desarrollar sus habilidades y potenciar sus capacidades. Yadira Mera es voluntaria en la Fundación Ecuatoriana para Alumnos con Superdotación y Talento (Feasyt) y tiene un hijo con altas capacidades. Para ella el acompañamiento de los padres depende del contexto y la realidad de cada uno.

En su caso, otra mamá de niños como su pequeño, fue clave para guiarle en un ámbito que en los primeros años de su hijo era desconocido para ella. Las primeras experiencias educativas de Dante, su hijo, no fueron las mejores porque en ninguno de los dos lugares a los que asistía el niño tuvieron intención alguna de ajustarse a sus necesidades de conocimientos. Aun cuando hay un acuerdo ministerial, emitido en 2016, según el cual cualquier institución educativa debe ofrecer a los alumnos con dotación superior las adaptaciones curriculares necesarias.

Al tercer intento Yadira encontró un centro flexible e inclusivo para Dante, en donde ya tiene tres aceleraciones en su currículo. Lo que le permite ver en clases temas más complejos y de su interés. Para esta mamá es fundamental tener un informe psicopedagógico que funcione como sustento de las necesidades educativas especiales que tienen estos niños.

Aunque, como ella mismo manifiesta, depende del contexto de cada familia. En el caso de Víctor Quiñones, de 22 años, nunca llegaron a hacerle una evaluación oficial como tal. Tampoco tuvo la necesidad de hacer adaptaciones curriculares en la época escolar. Sus papás, por su parte, se aseguraron desde que era muy pequeño de suplir esa demanda constante de estímulos que veían que tenía su hijo.

En un principio, lo hicieron a través de los programas y actividades que ofrecía la psicóloga y pedagoga experta en el campo, Fanny Alencastro, a través de la Fundación Sueño Mágico. Este es un centro psicopedagógico especializado en la identificación y seguimiento de niños con altas capacidades y superdotación. Alencastro, a su vez, es miembro y Delegada para Ecuador del WCGTC (Concilio Mundial de Niños Superdotados y Talentosos).

A Agustina le encanta leer y en el colegio le adelantaron un nivel. Foto: Cortesía

A Agustina le encanta leer y en el colegio le adelantaron un nivel. Foto: Cortesía

Cuenta Víctor que para él fue clave el contacto que tuvo con la naturaleza durante su infancia. “Íbamos mucho a una finca que tenemos cerca, casi todos los fines de semana”, señala. Allí podía jugar y expresarse en libertad. Adicionalmente, como siempre le había gustado dibujar y pintar, su madre italiana le exponía mucho al arte durante los viajes que hacían para visitar a su familia: con conversaciones, exposiciones o visitas a museos.

El enriquecimiento extracurricular también es una pieza importante para acompañar a los niños con superdotación. Agustina Arcentales, de 11 años, asiste a clases de inglés, francés, matemáticas y practica tiro con arco después de clases. Dice que sus papás son sus pilares para hacer todo lo que se propone. De igual forma, Patricia Revelo, mamá de Cielo Quelal de 5 años, explica que le han dado libertad a su pequeña para probar todo aquello que le gusta, desde violín hasta natación y ballet.

Como le sucedió a Yadira con Dante, a Patricia le costó mucho encontrar una institución que se adapte a los requerimientos de Cielo. “Tocamos muchas puertas. Incluso de colegios grandes y nos dijeron que no reciben a niños como mi hija”, menciona la mamá. Hasta que dieron con una unidad educativa en la que ya había un chico con altas capacidades en la que sí la pudieron inscribir.

Allí, dice Patricia, la niña se siente como en casa. Es “extremadamente sociable” y disfruta compartir con otros estudiantes. Al contrario de lo que le pasaba con las clases virtuales. En su nueva escuela están dispuestos a hacer todas las adaptaciones curriculares necesarias para atender sus inquietudes. La madre lamenta que el sistema educativo en el país no esté adaptado del todo para recibir a chicos con superdotación.

En el caso de Agustina, cuya confirmación de altas capacidades sucedió en junio de este año, no han tenido ningún problema en la institución educativa en la que la niña ha estado desde pequeña. “Por suerte en el colegio se ha mostrado abierto a la flexibilización y a los saltos de año”, señala Evelyn Aldas, mamá de Agustina.

A su corta edad, Cielo muestra interés por variedad de disciplinas. Foto: Cortesía

A su corta edad, Cielo muestra interés por variedad de disciplinas. Foto: Cortesía

Antes de este cambio Agustina, confiesa, que se aburría en clase. Es que tiene prácticamente una curiosidad sin límites. Le gusta mucho leer, investigar y conocer cada vez más. Aunque la evaluación, en el centro de Alencastro, la hicieron hace poco sus papás desde temprana edad le han buscado actividades para que aprenda constantemente.

El principal obstáculo que tienen los niños con dotación superior se encuentra en el ámbito estudiantil. A pesar de que hay una ley (y un instructivo) que dicta que las escuelas y colegios atiendan sus requerimientos no siempre se aplica. A la falta de capacitación de la mayoría de docentes se le puede sumar que los demás estudiantes (y la sociedad en general) no suelen estar abiertos a comprender a sus compañeros con estas características distintivas.

Alencastro explica que los chicos con altas capacidades tienen “una mente obesa que tiene que estar todo el día alimentándose de lo que les apasiona, que está deseosa de ser alimentada”. Además, menciona que tienden a tener un carácter especial y sentirse incomprendidos, frustrados y deprimidos si no se atienden sus necesidades.

Para Yadira es muy importante que en los centros educativos en los que estén inscritos estudiantes con superdotación se informe al resto de los alumnos, docentes e incluso padres de familia al respecto. Existe todavía mucha falta de empatía.

Romina Álvarez, de 7 años, tiene un talento especial para el arte y el ámbito expresivo. Además, le encantan los animales, los videojuegos y la ciencia. Su mente no para: en un momento habla con gran soltura de un experimento que está preparando con huevos de gallina y al otro de Minecraft o de la colección de dibujos recortados que tiene. Dice que como no le gusta el color rosado y las princesas de Disney en su escuela las otras niñas no quieren ser sus amigas.

Sean cuales sean las circunstancias en el entorno escolar, son los padres de estos niños quienes asumen la labor de buscar alternativas para estimular las mentes de sus hijos. Los padres de Romina, por ejemplo, optaron por comprarle una tablet para que dar rienda suelta a su imaginación: la utiliza principalmente para plasmar sus creaciones y para escribir lo que ella llama sus aventuras.

A Romina le gustaría en un futuro convertirse en científica o veterinaria. Foto: Cortesía

A Romina le gustaría en un futuro convertirse en científica o veterinaria. Foto: Cortesía

Yadira, que es bióloga de profesión, acude algunas veces a sus colegas para pedirles que le den alguna charla de un tema específico que le interesa a Dante. También aprovecha para llevarlo cada vez que pueden a bibliotecas, conciertos y museos.

Alencastro, en el marco de su fundación, ha ideado un método de enriquecimiento intelectual especializado para estos niños y jóvenes talentosos. Víctor, Romina, Agustina y Cielo han sido sus ‘alumnos’.

La idea es encontrar un equilibrio y lo que le funciona mejor a cada niño. Lo que requiere mucha preparación e intervención de parte de los padres. Siempre en función del contexto y las circunstancias.

Víctor, señala Alencastro, es un ejemplo de la superdotación desarrollada. Él no necesitó saltos de cursos, pero sí mucha estimulación adicional que sus padres supieron suplir. Ahora acaba de graduarse de la carrera de Economía en una universidad de élite en un año menos que lo habitual. En algunos meses se trasladará a Londres donde ya tiene trabajo. A la par, y desde el inicio de la pandemia, impulsa su carrera artística.

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