Saludar, dar las gracias, pedir por favor y no hacer berrinches son solo algunos de los comportamientos que los padres quieren que sus hijos aprendan. Después de todo, los buenos modales son fundamentales para convivir y también son una muestra de los valores del hogar. Sin embargo, muchas veces estos comportamientos no son tan fáciles de inculcar a los niños más pequeños.

Según Grow, un sitio especializado en crianza infantil, una de las mejores formas de enseñar buenos modales es a través de historias. Por ejemplo, si se quiere que los chicos extiendan su mano para saludar se puede hablar de por qué esta es una buena costumbre. Según Peggy Post, directora del Emily Post Institute y autora de decenas de libros sobre etiqueta, esta práctica apareció en épocas medievales en las que se extendía la mano para que la otra persona vea que no se estaba llevando ningún arma. Era como una señal de paz.

Otro ejemplo es si se quiere que los niños se retiren la gorra a la hora de sentarse en la mesa. Esta costumbre también es de la misma época. Los caballeros, dice Post, se retiraban sus cascos o levantaban sus visores para que los otros pudieran reconocerlos como amigos. Este tipo de historias llamarán la atención de los niños y evitará que lo olviden.

Una buena estrategia para enseñar buenos modales es a través de la música. Se pueden crear o adaptar canciones para enseñar a los chicos a decir ‘perdón’, ‘gracias’, ‘lo siento’. Todo dependerá de la creatividad de los padres.

Finalmente, la última recomendación es practicar. Si se planea ir a un restaurante elegante con los niños, es importante prepararlos para que sepan cómo comportarse. Se pueden realizar cenas en casa con vajilla y vasos de vidrio para que los chicos aprendan a ser cuidadosos. También se puede hacer un juego en el que deben recordar decir ‘por favor’ y ‘gracias’, masticar con la boca cerrada y sujetar los utensilios de forma delicada.

Para los especialistas, muchos de estos comportamientos son aprendidos y es importante que los padres los demuestren para que sea más fácil para los niños adquirirlos. Es así que, si los pequeños escuchan palabras ofensivas, es muy probable que ellos las repitan.