En situaciones normales, tener algo de estrés puede incluso considerarse algo bueno, porque puede ayudar a evitar un peligro o incluso cumplir con una tarea en una fecha límite. Pero en circunstancias atípicas, como las que vive el mundo por la pandemia del covid-19, el estrés puede evolucionar y convertirse en un trastorno de salud mental.

Según Nataly Torres, psicóloga clínica, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) se puede desarrollar en ciertas personas al atravesar algún evento profundamente complejo. Quienes han vivido guerras, desastres naturales, accidentes automovilísticos o aéreos y agresiones sexuales. Por eso, no es de extrañarse que la crisis sanitaria y el confinamiento hayan tenido un fuerte impacto en la población a nivel familiar.

El tipo de estrés que enfrentan los miembros del hogar puede ser diferente según las circunstancias particulares de cada núcleo. Hay algunos que han logrado atravesar la situación sin mayor inconveniente, mientras que otros han estado expuestos a la enfermedad y han perdido seres queridos.

Para establecer su nivel de riesgo emocional hay una guía que permite identificar qué nivel de estrés tiene un individuo. El más bajo ocurre cuando hay un estrés a corto plazo, que desaparece rápidamente y que se puede sentir cuando una persona presiona los frenos del auto, discute con su pareja o esquía en una pendiente. Este tipo de estrés ayuda a controlar situaciones peligrosas y también puede aparecer cuando se realiza una actividad nueva.

Cuando el estrés dura un período prolongado empieza a existir el riesgo de estrés postraumático. Esta tensión crónica puede darse cuando hay problemas de dinero, un matrimonio infeliz o problemas en el trabajo. “Cualquier tipo de estrés que dura semanas o meses es crónico”, apunta la es­pecialista.

El estrés postraumático alto suele ser muy prolongado y afecta a la calidad de vida de las personas y les impide realizar sus actividades normales. “Tienen pensamientos recurrentes de preocupación constante, miedo excesivo a eventos fatales para sí mismos o su familia, problemas de sueño, tristeza, melancolía y ansiedad”, indica.

El estrés puede causar varios efectos físicos, como presión arterial, insuficiencia cardíaca, diabetes, obesidad, depresión, ansiedad, problemas en la piel como acné o eczema, problemas menstruales, problemas estomacales, mala memoria, problemas sexuales, cuello y mandíbula rígidos, cansancio, entre otros. Los efectos mentales incluyen miedo y preocupación por la salud, cambios en los patrones de sueño, cambios en patrones de alimentación, empeoramiento de problemas de salud mental y aumento en consumo de alcohol y tabaco.