Las etapas de desarrollo de los niños están marcadas por crisis o momentos de transición durante los cuales los padres tienen un panorama algo más complicado. La más conocida es la de los dos años o los mal llamados “terribles dos”, una época en la que empiezan a darse las temidas rabietas.

Tiempo después, cuando todo parece seguir su curso y hay algo de calma en casa, llega otra crisis. La de los 6 años o denominada también como la ‘primera adolescencia’ que se manifiesta, sobre todo, con cambios de comportamiento.

Karla Endara, psicóloga infantil, explica que a esta edad se empiezan a formar los rasgos de personalidad en el niño. Es decir, que se descubren a sí mismos como individuos únicos y diferentes a sus progenitores.

Se vuelven rebeldes

Se le conoce como “adolescencia infantil” porque los pequeños muestran rasgos de desafío o rebeldía, como ocurre con la llegada de la pubertad algunos años después. Si antes los niños no ponían ningún reparo cuando sus padres les pedían hacer algo, ahora sí, se resisten y cuestionan, explica la especialista.

Estos comportamientos inesperados suelen tomar a los papás por sorpresa, manifiesta la psicóloga Sofía Guerrero. Y, si no saben o no entienden lo que hay detrás, puede generar estrés, tensión y frustración. Por esta razón, lo más importante para acompañar a los hijos durante esta crisis es conocer por qué sucede y tener muy claro que es algo completamente natural y parte de su normal desarrollo.

“Todas las crisis nos llevan a cambios”, dice Endara y son momentos en los que podemos aprovechar para dar a los niños herramientas que les sirvan para gestionar sus emociones. Guerrero agrega que estas crisis “son necesarias para que las personas podamos cambiar”. Y eso es algo positivo.

¿Cómo acompañar?

Durante esta etapa, precisa la psicóloga Endara, existe una desregulación emocional porque empiezan a descubrir, entender y comunicar sus emociones. Cuando se presente una conducta (de enojo, por ejemplo) que lleve la situación al límite es fundamental que los padres validen y expliquen la emoción de su hijo. Posteriormente, lo oportuno es darles alternativas de cómo canalizar lo que están sintiendo.

En paralelo al manejo de emociones, la psicóloga recomienda fomentar la empatía y las habilidades sociales. Cada vez que exista un incidente plantear la pregunta: “¿Cómo que se siente la otra persona en esa situación o cómo te sentirías tú?”. De esta forma se plantea una reflexión profunda.

Endara recuerda que es una etapa en la que abundan las preguntas o los porqués. Así que los cuidadores deben estar preparados para ofrecer respuestas coherentes, directas y concisas. Es fundamental hablar siempre con la verdad y evitar los “porque sí” o “porque yo lo digo”. Como sucede con todos los aspectos de la crianza, la clave es mantener la calma y actuar con paciencia. 

Cambios

Fantasía. Los 6 años representan la primera cima de la infancia. Es una etapa de mucha imaginación: los niños crean amigos imaginarios y suelen confundir fantasía con realidad. Por esta última situación suelen surgir las mentiras.

Activos. La crisis implica que los pequeños quieran estar todo el tiempo en movimiento. Les cuesta mucho más que antes estar quietos. Por eso, según Endara, son útiles las pelotas antiestrés o la plastilina para ocupar sus manos.


Inestabilidad. A la intranquilidad se suma el hecho de que se sienten más vulnerables e irritables. “Pueden pasar de la risa al llanto con mucha facilidad”, dice Guerrero. Los cuidadores están para acompañar y darles seguridad.

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