Detección de linfoma es esencial para la cura

El cáncer del tejido linfático diagnosticado a tiempo tiene un buen pronóstico de ser superado. Se presenta más en hombres mayores de 60 años.
El linfoma se produce por la alteración de células en el sistema linfático, de ahí su nombre. Es una enfermedad frecuente, especialmente en los hombres. Foto: Freepik

El linfoma se produce por la alteración de células en el sistema linfático, de ahí su nombre. Es una enfermedad frecuente, especialmente en los hombres. Foto: Freepik

28 de febrero de 2022 08:00

El linfoma es un cáncer que se origina por alteraciones en las células T o B del organismo. Estas cumplen un papel fundamental en el sistema inmunitario.

La alteración ocurre a nivel de los ganglios linfáticos, produciendo en esas zonas masas de crecimiento anormal. Por eso se lo denomina cáncer del sistema linfático.

Hay distintas clasificaciones dentro de este cáncer, pero las más importantes son dos: el linfoma Hodgkin y el no Hodgkin. De estos dos grupos también se derivan subtipos. Identificar los tipos de linfoma es importante para determinar el tratamiento adecuado que se debe seguir.

Elizabeth Zambrano, oncóloga clínica, explica que el linfoma no Hodgkin es el más común y se produce en personas mayores de 60 años. El menos frecuente, el linfoma Hodgkin, puede ser más común en jóvenes o adolescentes. Todavía se desconocen los motivos, pero los datos indican que el cáncer de linfoma es más común en pacientes masculinos.

La buena noticia es que esta enfermedad tiene una alta probabilidad de cura cuando es diagnosticada oportunamente y bien tratada, explica Zambrano. Este cáncer no es hereditario, se adquiere a lo largo del tiempo por múltiples factores, como estar expuesto a radiaciones o a químicos como herbicidas e insecticidas, entre muchos otros.
Es importante comprender que la inflamación o crecimiento de un ganglio no necesariamente es un linfoma. Cuando el crecimiento es anormal, ahí sí se debe prestar atención porque puede ser un indicio de esta u otra enfermedad crónica.

Por ejemplo, cuando se identifican ganglios (conocidos con el nombre común de ‘secas’) que han crecido en poco tiempo (menos de un año), es una señal de alerta. En esos casos, el especialista debe hacer una biopsia en la que se trata de sacar la mayor parte del ganglio para analizarlo y realizar un diagnóstico adecuado.

La masa visible y palpable es un signo, pero algunas personas pueden acudir a consulta sin masas y refiriendo tres síntomas (denominados de tipo B) muy relacionados a esta enfermedad: fiebre (de vez en cuando, no siempre) mayor a 38,3 C°, sudoración nocturna y pérdida de peso en los últimos seis meses.

Cuando ya hay un diagnóstico y se confirman los síntomas es fundamental que el especialista haga un examen físico minucioso. En este se evalúan todos los sitios ganglionares palpables: lados del cuello, la clavícula, axilas e ingles. Con esto se identificarán los lugares comprometidos por la enfermedad. La particularidad de esta enfermedad es que también puede producir el crecimiento de órganos, en especial, del hígado y el bazo.

El pronóstico del paciente podrá ser más favorable si es menor de 60 años. Si la etapa del cáncer está entre uno y dos (son cuatro etapas, siendo uno la más favorable y cuatro la más compleja) o si tiene un estado general adecuado, significa que será independiente para realizar sus actividades en el día a día, es decir, que no dependa de terceros. Zambrano aclara que no porque haya un pronóstico desfavorable quiere decir que el paciente no se pueda curar.

El tratamiento consiste en medicamentos intravenosos como la quimioterapia y anticuerpos monoclonales. Estos últimos van directamente a la alteración específica del cuerpo. Se ha demostrado que esta combinación genera mayor expectativa de vida en los pacientes diagnosticados con linfoma, por eso esta enfermedad siempre debería ser tratada, dice Zambrano, por la buena probabilidad de cura que tiene.

Desde 2016, existe una Red Iberoamericana para el estudio de Linfomas, que reúne a especialistas de ocho países, incluido Ecuador. La científica Paola Leone es la coordinadora del nodo Quito. Ella explica que, desde 2016, se vienen realizando, cada año, cursos teórico-prácticos gratuitos para informar sobre los avances de la enfermedad. La pandemia ha impedido esta transferencia de conocimientos. 

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