Los retos y la magia de trabajar en pareja

Parejas de artistas, actores y emprendedores desmienten la afirmación de que trabajar entre esposos no funciona
La pareja de esposos sonríe y posa durante la sesión de fotos para el especial de San Valentín en el Hotel Courtyard by Marriott Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / Familia

La pareja de esposos sonríe y posa durante la sesión de fotos para el especial de San Valentín en el Hotel Courtyard by Marriott Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / Familia

16 de febrero de 2022 09:00

Por Carolina Castillo

Es difícil imaginar que ‘Pobre y triste’ (2017), el primer hit de la cantante guayaquileña Dayanara Peralta (25 años), haya sido escrito por un hombre, porque la letra es dura con el género masculino, pero así es.

Sí, ese reguetón que narra cómo una mujer enamorada encara al tipo que la engaña y le da con todo (hasta con los puños en el video) fue ideado por un hombre. Se trata del actor quiteño Jonathan Estrada (35 años), el esposo de Dayanara. Cuentan el hecho en medio de las risas de ambos, desde su oficina en Guayaquil, conectados por Zoom.

Peralta y Estrada se casaron en 2021, pero se han amado desde 2015 y hace cinco años empezaron a trabajar juntos. Él se convirtió en su mánager cuando ella se propuso ser solista y el tema ‘Pobre y triste’ fue ideado durante una charla en un shawarma, recuerdan.

“Jonathan tiene una mujer despechadísima en su interior”, bromea la cantante, por el tono rencoroso de la letra. Aunque al comienzo la frase que da nombre al tema no le gustó a Dayanara, juntos (con un poco más de insistencia de Jonathan) pensaron que era la mejor opción para la melodía y la nueva imagen que querían proyectar de ella. Fue un acierto y la canción pegó ‘full’.

Así, con acuerdos, negociaciones, bromeando y hablando serio hacen las cosas en sus carreras y en su vida. De esa forma les está yendo bien. No siempre fue así, lo admiten. Conocerse les tomó tiempo y pasó su factura al inicio.

Ella, por ejemplo, quería encontrar siempre al fan enamorado tras bajar del escenario, dice, pero la misión de un buen mánager es también ver lo que se puede mejorar. Eso es parte del desafío de trabajar en pareja. Aunque él sea su admirador número uno, tiene que ser profesional y sacar adelante el proyecto que emprendieron.

“Conozco a la Dayanara tras cámaras y a la que está frente al micrófono. Sé lo que siente, así que a veces le digo ‘bien y vámonos por ahí’, pero también le digo, ‘mira, tú puedes amar esto, pero el producto como tal es otra cosa”, comenta el actor.

Ella entendió que tiene ahora a un “fan enamorado crítico” y acepta su opinión con respeto, porque comprende su labor. Las observaciones de Jonathan suman en su carrera y le agradece que haya tomado su proyecto como algo muy suyo.

Están juntos en los conciertos, cuando ella graba videos y, a veces, cuando él hace su programa. Procuran ayudarse en lo que más pueden. Si él ha tenido filmaciones hasta tarde, ella conduce el auto.

En los videos musicales, él conoce los ángulos en que a ella le gusta salir. Si a él se le cae un invitado del show, ella se da modos de encontrar otro. A finales de enero de 2022 estuvieron en Miami. Una vez más, uno al lado del otro, para internacionalizar la carrera de Dayanara y ya hay resultados que pronto se verán, por lo que están felices.

Puertas adentro, la cosa no cambia. Con o sin cámaras son ellos mismos, comenta Jonathan. Se despiertan a las 05:00, ella se entrena y él revisa la agenda. Luego es el turno de que se ejercite Jonathan. Cuando terminan, Dayanara hace los batidos y él prepara los huevos. “Jamás se le han quemado”, asegura él y ella responde con una carcajada.

Después se dirigen a sus oficinas. Como a todos, es el trabajo lo que les permite avanzar y saben que solo el esfuerzo les llevará al próximo nivel. Estar en sintonía ha sido un proceso, cuya base es un profundo amor. El matrimonio les dio estabilidad emocional. No está en sus planes cercanos tener hijos, pero recalcan que son una familia de dos. 

Una pareja que valora su individualidad

Bernarda Martínez y Andrés Abad montaron su negocio en Cuenca, desde donde trabajan en la papelería premium. Foto: Cortesía Hola Color

Bernarda Martínez y Andrés Abad montaron su negocio en Cuenca, desde donde trabajan en la papelería premium. Foto: Cortesía Hola Color

Por Diego Ortiz Jaramillo

Los años y las experiencias han hecho que Bernarda y Andrés tengan, en su vida profesional y matrimonial, una máxima muy clara: juntos e independientes. Llevan tres lustros casados y, desde hace siete años, empezaron un camino laboral como cabezas de su empresa, Hola Color, una papelería premium en la que han aprendido a compaginar sus visiones creativas.

Andrés es diseñador gráfico. Bernarda tiene formación en comunicación social.

Desde el inicio de su relación, sus caminos fueron estrechándose en distintos proyectos hasta que, en 2015, se dieron cuenta de que debían dar el salto hacia un emprendimiento como pareja.

La idea de la empresa vino de Bernarda. Para entonces, Andrés tenía en mente montar un negocio. Allí entró en juego uno de los ‘hobbies’ de Bernarda: las colecciones en papel.

Luego de un viaje, ella aprendió el valor que tiene el arte de la papelería fina en el extranjero. Todo ese proceso manual, pensado hasta en el más minúsculo detalle, era una pasión que no podía dejar pasar por alto en un momento en el que se lanzaban al mundo empresarial.

“Hasta el día de hoy siempre digo que uno tiene que encontrar un modelo de negocio que te apasione”, cuenta alegremente Bernarda. Para ellos, Hola Color se convirtió en su segunda empresa (la primera era su matrimonio) y también en su hijo mimado.

Pero para que todo marchara bien, ellos han aprendido que los ritmos del trabajo y de la vida familiar son diferentes. Si bien comparten momentos como el desayuno o el almuerzo, en Hola Color cada uno está al frente de distintos departamentos, manteniendo así una independencia laboral que les permite respirar creativamente y tomar decisiones basados en los intereses de la empresa.

“Trabajamos en un área en la que hay subjetividades todos los días. Es por eso por lo que aprendimos que somos socios, pero que cada uno es dueño de su área”, señala Andrés.

Esta división de responsabilidades también implica una alta dosis de confianza. Por suerte, a lo largo de los años ellos han aprendido a creer en el potencial del otro y a trabajar como un equipo. Esto se refleja en sus redes sociales, que cuentan con miles de seguidores que miran fascinados cómo transforman ese papel en una invitación de bodas, una envoltura para un paquete o en una etiqueta muy exclusiva.

Pero si de lecciones se trata, ellos han aprendido que una de las cosas más importantes, ya sea en la oficina o en la casa, es respetar su economía como individuos.


“Al trabajar juntos se cree que tener una sola cuenta para los dos es sinónimo de unidad y de cariño. Yo creo que nos va superbién respetando las individuales. Andrés es muy de cine. Yo soy más de realizar deportes. Es por eso por lo que cada uno tiene su dinero en cuentas separadas, para usarlo como mejor lo desee”, enfatiza Bernarda al respecto.

La capacidad de generar ideas juntos se puso a prueba en la pandemia. Al inicio de los confinamientos, ellos pasaron por la crisis que vivieron varios emprendedores en el país, sobre todo en un sector como el suyo, que dependía directamente de las bodas y de otros eventos masivos que se fueron suspendiendo.

Tras unos días en ‘shock’ y de recibir llamadas constantes para cancelar contratos, ambos empezaron a trabajar en un giro en su negocio. Así se lanzaron nuevamente a una aventura empresarial que los llevó hacia el mundo del ‘packaging’, en el cual todo ese bagaje en la papelería de alta gama y artesanal se transformó en la base para crear paquetes especiales para los productos de otras marcas.

Tras dos años de pandemia, siete como empresarios y 15 como esposos, ellos afirman que la confianza y la independencia son dos claves para cualquier proyecto en pareja. 

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