Adolescencia y migración

Gabriela Paz y Miño explora en ‘Cosas de mayores’ los sentimientos de abandono, pero también de esperanza, de los jóvenes.
Gabriela Paz y Miño es periodista y presentó su primera novela. Foto: Cortesía

Gabriela Paz y Miño es periodista y presentó su primera novela.

19 de marzo de 2020 12:31
Alejandro Ribadeneira

Leer ‘Cosas de mayores’ es dejarse atrapar por un relato conmovedor y cercano, quizás uno de los que mejor han abordado el delicado tema de las frustraciones adolescentes de nuestra época, pero también de los padres que fracasan en la crianza de sus hijos, transformados en desconocidos.

Gabriela Paz y Miño, la autora, ha volcado su amplia experiencia de periodista, pero también su conocimiento de España como residente de ese país hace seis años, para hilvanar detalles, describir escenarios, construir atmósferas y evocar esa pátina de ecuatorianidad que persiste en los migrantes en Europa.
Por eso, es inevitable que se provoque una sonrisa por la mención de las bebas, la música nacional o las empanadas. Y, también por eso, es obligatorio preguntarse qué pasó con los hijos de los que se fueron tras la crisis de 1999, quién los cuidó, qué es el Ecuador para ellos.
La novela cuenta la historia de Pedro, un adolescente que, mientras va creciendo, acumula frustraciones, inseguridades y resentimientos, tanto hacia su madre ecuatoriana, con la que reside en un barrio pobre, como con su padre, un catalán que, tras el divorcio, solamente vive para sus negocios.
Esos sentimientos recrudecen luego de que Pedro y su madre sobreviven a una intoxicación con monóxido de carbono. Ella se vuelve más ‘mística’, mientras su hijo es más consciente de la distancia que la separa de su madre: “para que exista una cena familiar, primero debe haber una familia, ¿no?”. Y con el padre, al que sardónicamente llama Señor Promesas por la cantidad de ofrecimientos incumplidos, hay incluso menos conexión.
Huir es el camino del protagonista y en esa aventura existe la oportunidad del autodescubrimiento y de contestar algunas preguntas sobre la vida.
Esta es la primera novela de Gabriela Paz y Miño, pero el manejo de los recursos, como los relatos en primera persona de varios personajes, la constancia en el tono (cerca del rigor, lejos de la moraleja cursi) y los giros hacen que no se perciba la pluma de una debutante.
Aunque, como dijo la autora hispano-uruguaya Carmen Posadas, la ficción ayuda a entender la vida. Gracias a ‘Cosas de mayores’ y a Gabriela Paz y Miño, tenemos una nueva oportunidad de entender a los chicos que se preguntan por qué los arrancan de los lugares que aman sin al menos pedirles alguna opinión.

A continuación, una breve entrevista con la autora:

¿Por qué te animaste a la ficción, tú, tan periodista?
Trabajo con la palabra hace veinte y más años. Siempre ha sido en el campo del periodismo en donde, al menos en teoría, estás contenido por el rigor y, si no la objetividad, al menos el balance en la descripción o el análisis de los hechos. Esa meta, nunca del todo alcanzable, de asir la “realidad”. Aunque he intentado desarrollar un estilo personal en mi escritura (buscando todas las posibilidades de las palabras y sus sentidos; puliéndolas, moldeándolas en un trabajo muy metódico, muy de hormiga), he estado siempre secundada por la voz de los otros: esos otros a los que entrevistas, citas, atribuyes. Para mí, el: “según tal…” ha sido una especie de escudo frente a mi propia voz.
El salto a la ficción precisamente eso: lanzarme sin red a desnudar esa voz, con todo el miedo y el desafío que eso implica. ¿Cómo ocurrió? Yo diría que un alumbramiento entre natural e inducido. Hice un cambio radical de vida hace seis años, cuando me mudé a vivir cerca de Barcelona, sin boleto de regreso. Todo lo que implica ese desarraigo, ese nuevo comienzo (con dos niños, además)… más otros terremotos interiores, fueron gestado la historia. Otros hechos muy fuertes, como la muerte de mi padre en la distancia y una experiencia extrema, por un accidente doméstico, me dieron las primeras imágenes. El resto fue la influencia de un entorno y un ritmo muy distintos a los que tenía cuando ejercía el periodismo diario. Ahora vivo en un pueblo muy pequeño, junto al bosque y paso muchas horas en silencio, observando las cosas mínimas que son los grandes acontecimientos en un lugar chiquito. Haciendo “periodismo de mis emociones”, como dijo Juan Carlos Cabezas, que presentó mi novela.
El empujón final me lo dio la llamada de María Eugenia Lasso, de editorial SM, que un mes después de ese accidente, me proponía escribir una novela destinada a público juvenil, como parte de la colección Gran Angular. La suma de todo esto me tiene aquí, hablando de todo esto contigo hoy.


Algún autor o autora de cabecera o eres más de buscar novedades
Siempre me cuesta responder esta pregunta, porque soy una lectora compulsiva, pero muy caótica. Me preguntaban el otro día sobre las influencias en mi novela, pero en serio no sé qué decir. No tengo un discurso estructurado sobre autores que determinaron la estructura o el estilo, ni a quienes quiero hacer un guiño o un homenaje. Supongo que en estas páginas está un poco todo: desde el primer libro que recuerdo haber leído de niña ('Mujercitas'), hasta los que tengo ahora repartidos en mi velador (entre ellos, Los años, de Virginia Wolf, una autora a la que me he tardado demasiado en llegar). Cuando te lanzas a escribir una primera novela a los 46 años, ya es mucho lo que puedes citar y mucho más lo que ansías leer. Supongo que, como todo el mundo, mis distintas épocas están marcadas por distintas lecturas. Ahora, por ejemplo, tengo en la piel y en la mente un par de libros que terminé hace pocas semanas: Siberia, de Daniela Alcívar Belollio y Formas de Incendiar el día, de Juan Carlos Cabezas. Se me ocurren un montón de nombres, sin ningún orden ni concierto, que pudieran estar presentes, como ideal, claro, en lo que escribo. He tenido épocas obsesivas por Monsiváis, por Yourcenar, por Saramago. Otras, recientes, por Leila Guerriero o por Vila- Matas. Y así. Pero si busco ese autor (autora) de cabecera por el que me preguntas: quizás es Almudena Grandes, con su serie sobre la Guerra Civil. Son siete novelas (ella va en la número seis y yo voy en la número cinco), que funden con una maestría que a mí me deslumbra el más riguroso apego histórico (son investigaciones monumentales) con la ficción más poética, en un tema que a mí me apasiona, que es el de la España de la guerra y la dictadura posterior; no solo en cuanto hechos de la Historia, sino sobre todo, en lo que significó para las historias mínimas, para cada vida. Siempre bromeo que con que “de grande” quiero escribir como Almudena Grandes, aunque no creo que ella sea mucho mayor que yo.

¿Buscabas algo en especial con este libro?
No sé exactamente qué buscaba. O qué me buscaba a mí. Es mi primera novela, así que supongo que lo primero que intenté era que fuera decente, legible. La propuesta de SM era que fuera una novela juvenil, así que trabajé para que tuviera ese tono, de alguna manera. Me costó lo suyo porque, por primera vez, tuve que desdoblarme, desdoblar mi voz, sin el pretexto del: “según tal”. Buscaba que fuera una novela atractiva para ese público, tanto en la temática como en el estilo, porque esa era un poco la consigna. Pero digo que lo intenté, porque las lecturas que se han hecho sobre Cosas de Mayores no la ubican específicamente en ese universo. Lo que buscara inconscientemente puede ser –como dijo el escritor Eduardo Varas en una reseña- era contestarme yo misma una serie de preguntas vitales, resolviéndolas en otras vidas.

¿Estás preparando algo para más adelante?
Tengo una idea que me está rondando, pero todavía como algo muy inicial. De alguna forma, se origina en Cosas de Mayores, en uno de sus personajes, que pienso que tiene su propia historia que contar. Lo estoy pensando y espero tener el tiempo para investigarla como se debe (ahí me sale la periodista), comprenderla y escribirla. Espero que no me tome otros veinte años.

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